Estudio de jardinería y paisajismo

Por donde ir

  No es un reclamo anticipado. Como decimos en la web "Crear un jardín", hay ocasiones en las que ganamos dinero si nos apartamos del proyecto. No quiere decir esto que el cliente es mala persona; sólo significa que no hay afinidad personal o nuestros gustos son tan dispares con él, que consensuar no es posible. Ganar dinero de cualquier modo, no le sirve a ningún paisajista. Lo nuestro pasa por la excelencia.

El oficio de paisajista difiere de muchos. ¿Quién no tiene un amigo o pariente que está haciendo un trabajo que odia? El que es paisajista o viverista, lo es por convicción absoluta como también le sucede a otras personas con sus profesiones,
al contrario de aquellos amigos o parientes.Y también como sucede con muchos otros trabajos, uno consigue clientes a través de las obras logradas. Por eso, no se puede especular con ser el mejor, porque puede suceder que uno se encuentre con el cliente inadecuado y perder el prestigio que había conseguido.
            Un jardín es primero que nada una cuestión de amor. No hay reglas de construcción como en la albañilería, salvo en la base técnica. Del suelo para arriba, uno tiene que utilizar un sentimiento muy claro: hay que diseñar el jardín de los demás como si fuera el de uno. Por más que nos guste el acer japonica, si el lugar elegido por el cliente no es conveniente, hay que hacérselo saber. Si no fuéramos capaces de plantarlo en ese lugar si esa fuera nuestra casa, tampoco debemos plantárselo a esa persona, en ese lugar.
            Cuando uno empieza a asesorar al que nos ha contratado para ello, empezamos a descubrir con quién estamos hablando. Una recomendación que el paisajista tiene como certera y ampliamente probable, pero es descartada por el propietario debe generar la primer señal de encuentros. No quiere decir que ahí se termina el diálogo, pero es a partir de ese momento, en que uno debe ponerse en alerta.
 Las mismas cosas que siente el paisajista, las sentirá el cliente. Por más que no se reprochen nada, al término de la reunión ambos sabrán si hay espacio para ejecutar el trabajo. Si lo que se siente es que habrá problemas, el paisajista debe mantener su postura si es que está convencido de tener razón.
Un error en el jardín, sugerido por el cliente y ejecutado por el paisajista nada más que para darle el gusto, genera un fastidio posterior al intentar repararlo porque el cliente jamás reconocerá que lo que se hizo fue insinuado por él.
            Lo primero que surge es anteponer su calidad de paisajista: "Si sabías que estaba mal hecho, ¿por qué lo hiciste?" ¿Reconoce ese reclamo? Suele suceder. Los gastos que genera la enmienda, por lo general los absorve el paisajista, que jura no volver nunca más, pero el daño ya está hecho.
  No debe preocuparse por no encontrar el camino para acercarse a esa persona. Simplemente sucede. No puede uno
parecerle un tipo simpático a todo el mundo y eso va también para el cliente. Un paisajista tiene que trabajar bien cómodo y tener suficiente libertad como para crear. El paisajista debe hacer su trabajo, sabiendo que el que está haciendo en ese instante, es de inferior calidad que el que va a hacer. Si la proposición le parece exagerada, no intente ser paisajista: el fracaso lo acechará permanentemente.
            En jardinería no se le debe poner barreras a la fantasía. El paisajista podría exteriorizar sus amplios deseos y observar con atención la reacción del destinatario. La recepción que le provoque, le irá indicando por dónde ir a medida que vaya desgranando el proyecto. Es importante que el paisajista se maneje siempre con la verdad. Si tiene idea de cuánto y cómo crece un árbol sensiblemente deseado por el propietario, debe ponerlo sobre aviso de los peligros que circundan su desarrollo.
           Nunca por vender más, se debe disfrazar una descripción. Todas las plantas tienen una alternativa satisfactoria, que su reemplazo obtiene. Y el que se maneja con honestidad, logra la confianza del cliente quien puede llegar a optar por dejar de opinar, darse cuenta que se encuentra delante de un profesional y dejarlo concebir a su antojo, porque entenderá que es lo mejor que le puede pasar.
 Si cierra el trato, felicitaciones. No olvide su máquina de sacar fotos y elabore de inmediato el "Antes, durante y después" de sus trabajos, porque con ellos demostrará su capacidad.
Si al cliente le falta algo para decidir si lo contrata, el álbum de fotos es el elemento desencadenante. Un paisajista debiera sentir obligación de aprender a fotografiar artísticamente, porque si así lo hace podrá ser capaz de retratar el espíritu con el que ejecuta sus obras, siempre con la posibilidad de transmitir el mismo sentimiento a su potencial contratista.
Además de constituir un orgullo, no hay mejor currículum que ese.

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Edgar- Jardinería y Paisajismo
 
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